Foto: Evgrafov Lev, CC BY 4.0 <>, via Wikimedia Commons
“Hace 6 años empezamos haciendo experimentos científicos porque les atrae, les interesa, pero al cabo de un tiempo te das cuenta de que algo falla porque lo están viendo únicamente como un juego.” (David Balsera, CRA La Coroña)
Este comentario de David Balsera, maestro de Educación Primaria, es el desencadenante de esta reflexión sobre la relación entre diversión y ciencia. Aunque pensándolo bien, otro de nuestros entrevistados, Luis Ignacio Martínez, profesor de Física y Química, reflexionaba sobre esta misma cuestión:
“Por ahí mucha gente dice que la ciencia tiene que ser divertida. Bueno, no sé yo. Yo cuando era joven hacía triatlones ¿Es divertido el triatlón? Cuando te bajabas de la bicicleta no sentías las piernas y luego tenías que correr 10 kilómetros y lo hacías. Y seguías entrenando y lo seguías haciendo. No es que sea divertido pero tiene algo. Con la física sucede lo mismo.”
Tras un par de búsquedas infructuosas, localizamos un artículo cuyo título, “De ciencia divertida a ciencia seductora” , indicaba que, como siempre, alguien había intentado dar respuesta a esta gran pregunta antes que nosotros. En este caso los autores son Pere Viladot, Erik Stengler y Guillermo Fernández.
Aunque los tres autores provienen del campo de la museología y comunicación de la ciencia, el artículo describe a la perfección una tendencia, la ciencia divertida, que se observa tanto en los museos y en la divulgación científica como en nuestras aulas.
«Paralelamente a una ciencia escolar que podría ser descrita como «aburrida», ha surgido una tendencia hacia una versión «divertida de la ciencia» que tiene su espacio en los museos de ciencia, y que parece que alberga la esperanza de aspirar a resolver ciertas deficiencias actuales. Este artículo se cuestiona este punto de vista y se propone la idea de «ciencia seductora» como una alternativa […]»
Esa especie de imperativo moral, de obsesión con que la ciencia debe ser ante todo una experiencia divertida se ve reflejada, al menos, en tres fenómenos cada vez más frecuentes:
Hay preguntas que con su simplicidad hace tambalear edificios enteros y ésta es el punto de partida para ir desgranando las ideas principales del artículo.
“identificar ciencia con diversión puede ser un reclamo engañoso cuando se pretende fomentar vocaciones científicas entre los escolares […]. El desempeño del trabajo ordinario de un científico tiene poco de divertido si nos fijamos en las largas horas realizando tareas de laboratorio, análisis de datos o programación de códigos informáticos, por ejemplo.”
No hace falta ser muy perspicaz para ver coincidencias de planteamiento con los comentarios de los dos profesores que reproducíamos al principio, ¿no? Podríamos suponer que este “engaño” no es más que un anzuelo, una manera de atraer hacia la ciencia a nuestros jóvenes, y que ninguno de ellos y ellas se sentirá defraudado años más tarde cuando descubra las partes menos agradables del trabajo científico. Sin embargo hay investigaciones que apuntan a que la estrategia puede no estar dando los frutos esperados:
“[…] hacer la ciencia divertida y amena para los alumnos, como mucho mejora su actitud hacia la ciencia, pero ésta luego no está correlacionada con la decisión de los alumnos de optar por carreras científicas, como exponen DeWitt, Archer y Osborne (2014).”
Y podríamos añadir que aun dando por supuesto que esa ciencia divertida y amena genere interés y motivación, esto no siempre va acompañado de un mayor aprendizaje de los conceptos y prácticas científicas.
En cualquier caso esas buenas intenciones dejan entrever una interpretación muy simplista y estereotipada de los niños y adolescentes que pueblan nuestras aulas:
“creemos que es una actitud condescendiente con nuestros jóvenes la de dar por supuesto que lo único que les mueve es la diversión: los niños y jóvenes son capaces de dirigir su atención a cosas por otros motivos, como por ejemplo que les parece interesante, o importante.”
Y aunque estamos hablando de ciencia una parte de la solución está en el lenguaje que utilizamos para describirla. Mariano Martín Gordillo nos hablaba de una “ciencia cordial” a la vez que nos ponía sobre la pista del concepto de “tecnologías entrañables” de Quintanilla y Parselis. Y en esa línea se expresan los autores del artículo, en la necesidad de ampliar la paleta de los adjetivos que utilizamos para definir la ciencia.
“Hay muchos otros calificativos atribuibles a la ciencia que la pueden hacer atractiva sin tener que recurrir al reclamo de lo divertido: la ciencia puede ser fascinante, interesante, apasionante, o importante.”
En definitiva, una ciencia seductora que no se apoye en fuegos de artificio para ganar adeptos según lógicas más propias de la mercadotecnia pero que al mismo tiempo tampoco sirva como justificación o revulsivo para reforzar posturas inmovilistas y ancladas en el pasado. Una ciencia seductora pero no equidistante, y como nos alerta Mariano Martín Gordillo, plenamente consciente de la importancia de los matices en tiempos donde cuesta bastante matizar. Pero hay que seguir haciéndolo. Una y otra vez.
Buen fin de semana.
https://www.lenguajemuseografico.com/blog/de-ciencia-divertida-a-ciencia-seductora/